Si se calla el cantor
Por: Marcela Rubiano
George Floyd tenía 46 años hasta el lunes pasado cuando un grupo de policías lo detuvo a la salida de una tienda bajo el pretexto de que había pagado con un billete falso y lo asesinó en plena luz del día. El asesinato quedó grabado desde varios ángulos y es irrefutable. Aunque varios transeúntes gritaron “por favor deténganse lo están matando”, los asesinos continuaron su brutalidad y al cabo de 10 minutos, después de pedir hasta el último aliento que lo dejaran respirar, Floyd perdió la vida. La rodilla de su asesino estuvo contra su cuello hasta su último respiro. ¿Qué hizo Floyd? Nada. Absolutamente nada. Inclusive si hubiera robado, en este país no se paga con la vida por robar. Lo asesinaron porque, aunque nos parezca mentira desde nuestras burbujas de privilegio, la supremacía blanca nunca se ha ido y está más viva que nunca.
La activista Tamika D. Mallory decía en su discurso, discurso que ojalá se oiga en todos los rincones del mundo y que inevitablemente lo lleva a uno hasta las lágrimas, que, en Estados Unidos, el país de la libertad para todos, no hay libertad para la raza negra. No la hay. Punto. La razón por la cual el país está en llamas de costa a costa, no es solo por George Floyd, sino por la lista interminable de afroamericanos que han muerto, incluidos niños y adolescentes, a manos de la brutalidad de la policía y en la mayoría de los casos, con impunidad. Las imágenes del país y las protestas que se han tornado violentas, son absolutamente idénticas a las de los años sesenta. ¿Cómo es posible que sesenta años después, nada ha cambiado? ¿Cómo es posible que los afroamericanos siguen peleando la misma pelea? La muertes de George Floyd y de Eric Garner fueron linchamientos del siglo XXI. Ese es el nombre. A plena luz del día y en la mitad de la calle con testigos por todos lados. “Me importa un carajo que hayan incendiado Target, porque Target debería estar aquí con nosotros pidiendo justicia! ¿Nos hablan de violencia? ¡La única violencia que hemos conocido la aprendimos de ustedes! ¿Nos hablan de destrucción? La única destrucción la han causado ustedes. ¡A nuestra gente! Aprendimos de ustedes. ¿Quieren que seamos mejores? ¡Maldita sea entonces sean ustedes mejores!” y así cierra su discurso. Somos una sociedad muy descarada. Pasan estas cosas y algunos, incluidos los gobernantes, le piden a la comunidad negra que por favor entiendan que no todos los policías son malos. ¿Cuándo van a entender los policías que no todos los hombres negros son delincuentes? Tanta verdad en esa canción del grupo Niche que dice blanco corriendo atleta, negro corriendo ratero.
“Tanta verdad en esa canción del grupo Niche que dice blanco corriendo atleta, negro corriendo ratero.”
Todas las muertes que han quedado grabadas en video en los últimos cinco años, como la de George Floyd y la de Eric Garner, me hacen pensar que algo está fundamentalmente podrido en nuestra relación con la policía y nuestra complicidad con su racismo, que, de hecho, no es nada diferente del nuestro. ¿¡Cómo es posible que ejecuten a estos hombres y lo mejor que podemos hacer PARA SALVAR UNA VIDA sea grabar con nuestros celulares la ejecución y gritarles desde lejos a los policías “por favor paren lo están lastimando”!? ¿Acaso estamos en la Alemania de Hitler? Pensé que estábamos en Estados Unidos en el siglo XXI. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Acaso en realidad pensamos que nos van a pegar un tiro si nos vamos 10 encima a quitarle a estos salvajes de la espalda a Floyd para salvarle la vida? Eran tres o cuatro policías. Entre 10 lo hubiéramos podido salvar. Floyd gritaba “por favor por favor por favor no puedo respirar”. Y los blancos no hicimos nada. No lo mataron en un callejón oscuro a las tres de la mañana. Lo mataron en la calle mientras la vida seguía como cualquier lunes y el sol brillaba como si fuera un buen día. ¿Que nos van a arrestar? No creo que sería el caso, pero con gusto me voy para la cárcel si voy a ayudar a salvar una vida que sin lugar a duda esta siendo arrebatada injustamente.
En algún tiempo fue ley asesinar judíos. En algún tiempo fue ley asesinar mujeres en la hoguera por brujas. En algún tiempo fue ley la esclavitud. Sé que son policías y que por ley no se les puede confrontar físicamente. Sé que son la autoridad. Pero son humanos. En uniforme o no, están asesinando… ¿y nosotros solo sacamos el celular? Creo que hemos llevado nuestro privilegio blanco hasta un nivel de inconsciencia tan absurdo, que aguantamos ejecuciones sin hacer mayor cosa que gritar “no le haga tan duro que le puede romper el cuello”. No estoy diciendo que es culpa del que grabó el video que Floyd haya muerto. Lo único que me estoy preguntando es por qué, en pleno 2020, un grupo de civiles no puede salvar la vida de un hombre que está siendo asfixiado contra el piso por nada distinto al color de su piel. Es la policía de Estados Unidos no es la Gestapo. Habrían bastado 10 personas blancas encima de ellos, o al menos de cerca empujando, gritándoles en la oreja “asesinos”, tirándoles un carro encima, algo por dios algo. Nadie hizo nada. Vi el video con horror, pero pensando mientras los minutos pasaban, “ok ya va a llegar alguien”. Pero nadie llegó.
Reaccionar al racismo, que es claramente lo que empezó todo esto, debería ser un reflejo. Siempre que alguien esté abusando de su poder, sobre todo si está atentando contra la vida, deberíamos reaccionar como quien salta a salvar un niño al que lo va a coger un carro. A Floyd lo cogió otro tipo de carro. Un carro cargado de cientos de años de historia de opresión y esclavitud. Un carro en el que estamos montados todos los que no usamos nuestro privilegio blanco para hacer una diferencia. Un carro cargado de indiferencia que perpetúa un ciclo inevitable de injusticia y de dolor. Decía Martin Luther King Jr, “Nunca tengas miedo de hacer lo correcto, especialmente si la vida de un ser humano o de un animal está en juego. Los castigos de la sociedad son pequeños comparados con las heridas que quedan en nuestras almas cuando miramos para el otro lado”. Increíble que 52 años después de su asesinato, todavía seguimos mirando para el otro lado.
“Nunca tengas miedo de hacer lo correcto, especialmente si la vida de un ser humano o de un animal está en juego. Los castigos de la sociedad son pequeños comparados con las heridas que quedan en nuestras almas cuando miramos para el otro lado. ”
La muerte de Floyd es la última parada del tren. Es el escenario más extremo. Pero los crímenes racistas ocurren sistemáticamente todos los días en todos los espacios y no hacemos nada. Aguantamos chistes racistas por no tirarnos el almuerzo familiar. Seguimos andando con “amigos” que dicen cosas barbáricas por no “crear conflictos”. Seguimos “buscando muchacha interna pero que sea honrada”. Nos sigue valiendo huevo que el Chocó se muera de hambre o de malaria. Ah sí, porque puedo haberme gastado la columna entera hablando de Estados Unidos, pero en Colombia no estamos nada lejos. Seguimos quitándole la dignidad a las personas que trabajan para nosotros como si eso fuera algo normal. ¿Como se sentiría usted si le requisaran la cartera cada vez que saliera de trabajar de la oficina? Requisar a las empleadas del servicio a la salida de sus trabajos es un atropello. Y algunos tienen el descaro de decirme “ay no es que no sabes todos los robos que hay, eso es para prevenir”. El abuso inconsciente de nuestro privilegio blanco y el racismo es la verdadera pandemia de este mundo.
Es abominable que en Colombia haya todavía cuartos del servicio. “No es que ella es de un pueblo lejísimos no sabes. Le queda mejor vivir aquí (criando mis hijos, atendiéndome y paseando mis perros mientras los hijos de ella se hacen grandes sin su mamá al lado) que estar con su familia porque así ahorra para que puedan tener un poquito más”. Maldita sea como dice Tamika. ¿Qué dice eso de nuestro país? Maldita esclavitud moderna disfrazada de salario mínimo.
Pensé no escribir porque como siempre que entro en dudas dije, “nadie lo va a leer, no va a servir de nada”. Después, como si estuviera en una película o como si creyera en Dios, la siguiente canción que sonó fue Si se Calla el Cantor de Mercedes Sosa. La oí toda. Palabra por palabra y con los ojos cerrados. Lloré como hace mucho no lloraba. Me sequé las lagrimas y prendí el computador. Porque con humildad y muy lejos de creerme relevante, creo que solo por ser humana puedo hacer una diferencia al menos en mi comunidad. Creo que desde mis ideas puedo desafiar el status quo. Voy a dejar que Mercedes, con su infinita luz cierre esta columna, pero no sin antes pedir perdón. Pido perdón por todas las veces que inconscientemente fui racista. Por todas las veces que no usé mi privilegio blanco (lo peor es que ni blanca soy, pero privilegiada sí y para efectos del racismo cuenta) para parar el abuso. Perdón por las veces que me quedé callada. Por los chistes malos que aguanté. Perdón por no haberme unido antes a la gente que lucha a diario para acabar con el racismo. Una y mil veces perdón. Permanecer en silencio es escoger el lado del opresor y yo escogí mi lado. Nunca más me quedaré callada.
Que ha de ser de la vida si el que canta, no levanta su voz en las tribunas por el que sufre. Por el que no hay ninguna razón que lo condene a andar sin manta. Debe el canto ser luz sobre los campos, Iluminando siempre a los de abajo. Que no calle el cantor porque el silencio, cobarde apaña la maldad que oprime. No saben los cantores de agachadas. No callarán jamás de frente al crimen. Que se levanten todas las banderas, cuando el cantor se plante con su grito. Que mil guitarras desangren en la noche, una inmortal canción al infinito. Si se calla el cantor calla la vida.