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Ideas que invaden.

 En Obsesivo - Compulsivo hablamos de las ideas que nos obsesionan y le pedimos lo mismo a personas creativas con opiniones que respetamos y gustos que admiramos. Este es un lugar de encuentro para personas curiosas, un espacio para inspirar, motivar, informar y entretener desde una perspectiva latinoamericana. ¡Bienvenidos!

La Niña

La Niña

Como siempre que pasa algo atroz, me lleva un tiempo procesar mis sentimientos. No que mis sentimientos importen en lo absoluto aquí. Pero igual llegan. De un tiempo para acá siento con cada vez más fuerza que estamos todos conectados y su dolor, aunque no sea comparable, me duele a mi también.  Veo su cara en la cara de mi niña, y me imagino que haría si a ella le pasara lo mismo. Espero que la niña y su mamá encuentren algún consuelo en que está viva. En que es una guerrera y sobrevivió lo impensable. Como cuando se rompe un espejo, el daño es irreparable, pero siguen juntas y el amor y el tiempo harán lo suyo y de pronto, contra todo pronóstico y aunque se le haya ido la inocencia de su niñez en ese campo de guayabas, ella pueda volver a ser feliz. 

Nos están matando. Y no están esperando que nos hagamos grandes para hacerlo. Según medicina legal, se han hecho cerca de 7 mil exámenes médicos por delito sexual a menores entre enero y mayo de este año. Algunas de las víctimas no habían cumplido el año. Dado el estigma y el miedo de denunciar, solo podemos imaginarnos cuantos casos más hay que nunca saldrán a la luz. No solo nos están matando, no están pagando por hacerlo. Según la directora del ICBF, el 98% de los casos contra niños y adolescentes del país están en la impunidad. 

¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Noventa y ocho por ciento de impunidad? En mujeres adultas no es mejor. En Colombia asesinan a una mujer cada 48 horas. Solo la semana pasada, en Cali mataron 4 mujeres en el mismo día. Abaleadas. Menos del 50% de los asesinos son capturados y de eso, el 40% de los casos quedan en la impunidad según fuentes de la Revista Semana. No solo eso, de los declarados culpables, muchos reciben casa por cárcel o libertad provisional. Como si matar a una mujer no fuera lo suficientemente grave y merezca premios por parte de la ley.

¿Cómo es que las mujeres somos más de la mitad de la población (de nuestro país y el mundo) y nos tratan como si fuéramos hormigas? No que las que las hormigas merezcan que las aplasten, pero las mujeres somos medio planeta y parimos a la otra mitad. ¡Somos enormes, somos más que los que nos quieren matar! Sin embargo, el patriarcado es el que controla este mundo y aunque parimos a cada uno de los que nos bloquea el progreso y nos viola el cuerpo y los derechos, nuestra libertad camina lenta y en muchos casos no llega. 

En más de 30 países del mundo, la mutilación femenina es una practica de la cual las niñas no pueden escapar. En Guinea por ejemplo o en Sierra León, el 97% de las niñas son sometidas a esta práctica barbárica. Por no ir más lejos, los Embera la practican. Una práctica que además no tiene nada que ver con religión. De alguna forma las cosas de dios son más difíciles de sacudirse. Es cultural. Musulmanes y cristianos la practican por igual. 

En el Medio Oriente y algunos lugares de Asia, más de 50.000 mujeres son asesinadas cada año a manos de hombres en su familia en lo que llaman crímenes de honor. ¿Perder la vida a manos de su propio padre por rebelarse contra un matrimonio forzado? Parece mentira. Es verdad. Cinco mil de esos asesinatos están concentrados solamente en Pakistán. El mismo lugar en donde un grupo de hombres le pegaron un tiro en la cara a Malala porque alzó su voz para pedir educación para las niñas de su país. Más de 132 millones de niñas en el mundo están privadas de la educación según un reporte de UNICEF. Y en India solamente, 23 millones de niñas al año abandonan el colegio cuando les llega la menstruación porque por un lado hay estigma alrededor de la regla, y por el otro, no hay productos sanitarios adecuados para que las niñas puedan “esconder” de manera efectiva que están sangrando. 

Vivimos en un mundo donde las niñas abandonan el colegio porque les llega la regla o les cortan el cuerpo sin anestesia y con un vidrio de botella para volverlas puras. ¿Cómo pueden destruirle a uno tanto la vida en el glorioso siglo XXI por anatomía? ¡Pero nos dicen histéricas cuando nos ven en las calles pidiendo a gritos libertad, igualdad y justicia! 

Mujeres, el patriarcado no se va a tumbar solo. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Indiferencia. Incluida la nuestras entre nosotras mismas. Me moriré pensando que la razón de todo lo atroz que pasa en este mundo es permitido por la indiferencia de los que no nos afecta el sufrimiento sistemático de los demás. ¿Por qué tanta impunidad? Porque a los de arriba realmente nos vale huevo cómo viven los de abajo, incluidas las mujeres y nuestras comunidades indígenas. Claro que desde este computador en este país lejano, la culpa de que a la niña la hayan violado no es mía directamente. Pero de alguna forma lo es. Yo he vivido comodísima en mi burbuja de privilegio y todas estas estadísticas me revientan en la cara (o en el corazón) 34 años después. Claro que es culpa mía entonces. Porque deberíamos, como dicen Las Viejas Verdes (@lasviejasverdes), responder todas si tocan a una. Después de todo somos más. Pero no lo hacemos. Y así suene crudo, las pobres no tienen voz. Las tienen que matar o violar para que conozcamos sus nombres. Porque tuvieron que violar a la niña para que yo desempolvara dónde estaba su tribu en el mapa. La tuvieron que violar 7 hombres para que yo dijera EMBERA, el nombre de su pueblo.  Porque este mundo funciona al revés y en lugar de proteger, sentir orgullo y ser solidarios con las comunidades indígenas que son el único ADN puro de lo que algún día fuimos, antes de que nos metieran a la fuerza y con sangre esta Europa que aquí nunca pudo ser, pasan hambre y sed. Las del privilegio, como yo, desafortunadamente somos las que tenemos el poder o al menos acceso a él. Pero se nos olvidó la parte que dice que con el poder viene responsabilidad. Yo he usado el poder de mi privilegio para beneficiarme a mi misma nada más. Y ese egoísmo es cómplice en un país como el nuestro. Hasta que las privilegiadas no nos pongamos la camiseta entregando nuestras voces para amplificar las voces del pueblo que sufre en silencio, la justicia no va a llegar. Hay un hashtag corriendo en las redes #emberaquemonos. Ojalá todas hagamos la tarea de no solo emberracarnos sino de revisarnos. ¿Qué estamos haciendo con nuestro privilegio? ¿Estamos aprendiendo cómo funciona el sistema? ¿Por qué las pobres siguen pobres? ¿Por qué violan niñas y mujeres y quedan libres como si nada? ¿Quién se está robando la plata de los programas de prevención de violencia? ¿Hay programas de prevención de violencia, para empezar? ¿De educación? ¿Por qué están sufriendo las comunidades indígenas? Así suene ridículo, ¿cuántas comunidades indígenas tenemos y qué es lo que más las agobia? La verdad es que no estoy segura de la respuesta así se me caiga la cara de vergüenza. Sospecho que no soy la única que no sabe con exactitud. Yo sé que vivimos en el país de la corrupción, pero eso no es excusa para no movernos. Hasta que las del privilegio no decidamos jodernos un poquito, nada va a cambiar. Nuestra apatía violó a la niña también. Y también mató a Yuliana. Y a todas las que han muerto antes y después que ella. No podemos seguir dejando que esto nos afecte solo un día. Las que sufren son las niñas, las Yulianas, pero somos nosotras las que gozamos de privilegio, las que con nuestro silencio las condenamos también al dolor infinito de la impunidad. Porque tenemos voz, pero no la usamos para decir sus nombres sino hasta cuando ya es demasiado tarde.  

Ya no más. Llamaron a lista y nuestros nombres están ahí. No es verdad que no podamos hacer nada. Pero hay que joderse un poquito. A emberracarse, a joderse, a lo que nos toque a cada una en nuestra situación, pero no hacer nada no es una opción con la cual podamos vivir. Nuestra apatía y silencio, también violan, matan y acribillan.  

 

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