El placer de vivir lentamente
Me está pasando algo y sé que no soy la única, pero aun así cuesta un poco aceptarlo. Advierto que soy muy consciente del privilegio del que escribo esto y de que estoy en un lugar (Miami) donde las medidas no son tan restrictivas como en Colombia y la mayoría de países de Latinoamérica. Admito también que tengo momentos de angustia por la salud de las personas que quiero y de ansiedad por lo que se viene. Pero en general puedo decir que esta cuarentena me ha sentado bien. Es más, hace mucho tiempo no me sentía tan contenta.
Acepto que no es solo la cuarentena lo que me tiene así. Dos semanas antes de que comenzara, dejé el trabajo que había tenido por varios años y la compañía a la que había estado vinculada por más de una década. Sentía desde hace mucho tiempo que mi ciclo se había cumplido, que no me quedaba nada más por hacer ahí. Pero no había sido capaz de irme por buscar siempre el momento ideal. Y nunca llegó, o por lo menos eso pensaba yo. Pero me fui y a las dos semanas el mundo cambió. Si me hubiera quedado ahí, trabajando como periodista en un canal de televisión, estaría trabajando como nunca, expuesta a mucha gente, o frente al desafío de muchos por estos días: encontrar ese “work-life balance” que se hace mucho más difícil cuando uno tiene que tratar de ser productivo desde la casa. (Me quito el sombrero ante mis excompañeros de trabajo, especialmente los que tienen que salir a la calle, ir a hospitales, cubrir protestas…!).
Estar tanto tiempo en mi casa me ha hecho valorarla aun más. Noto cosas que antes no notaba: cómo cambian los espacios a medida que va cambiando la luz a través del día, la rutina diaria de mi perro (asolearse en el balcón en la mañana, cuando le da calor pasarse su camita al lado de la ventana, y en la tarde, hacer la siesta junto a mi hijo)… No poder salir me ha dado permiso para no tener que estar haciendo planes constantemente, pensando cuál es la mejor manera de tener un día que sea productivo y a la vez darle gusto a todo el mundo. No nos estamos perdiendo de nada, no estoy dejando pasar experiencias ni oportunidades profesionales. En lugar de eso, los días fluyen, y pasan volando, entre hacer ejercicio, trabajar un rato, jugar en el sol de la terraza, cantar las mismas 5 canciones y sacar un tiempo para meditar. A esto último le doy una parte importante del crédito por la tranquilidad y satisfacción que he sentido. Sé que es un poco cliché (¿covid- cliché?), pero realmente siento que me ha ayudado a estar más presente. Y esto es clave para una persona con OCD que se pasa el día haciendo listas de lo que tiene pendiente y pensando en lo siguiente que debe hacer!
Ni hablar de la falta de ganas de comprar y comprar. En medio de esta incertidumbre económica, ese impulso me ha bajando en un 90 porciento, y aunque suene obvio me ha parecido revelador medir con certeza lo poco relacionada que está mi felicidad con lo que compro.
De alguna manera también me he sentido más en armonía con la naturaleza, así la esté viendo mayormente por mi ventana. Seguramente tendrá que ver con el hecho de saber que le estamos haciendo menos daño.
Esto no quiere decir que no tenga preocupaciones importantes. Dependemos de dos negocios familiares, uno que está andando a medias y otro que está cerrado y que habrá que reinventar por completo una vez podamos volver a abrir. Tampoco quiere decir que no entienda que esta situación es lejos de ideal para la mayoría de personas, que muchos intentan solo sobrevivir, sea literalmente o por la ansiedad/soledad/depresión que sienten.
Yo, sorprendentemente, he logrado que la ansiedad no se apodere de mí. Lo inesperada que fue esta pandemia (¿me imagino que todas?), así como el vivir más lentamente, me han ayudado a tratar de tomar un día a la vez y confiar en que lo que tenga que ser, será.
¿Qué espero que pase cuando la vida vuelva a su ritmo usual? Espero mantener en lo posible este sentimiento de serenidad. Espero seguir bajándole a ese consumismo desenfrenado (tan característico de este país) y seguir mejorando en mi intento por vivir de manera más responsable con el planeta. Espero estar más presente, viviendo más lentamente, con la certeza de que lo que hago es suficiente, que las comparaciones son inútiles y que cada momento es perfecto tal y como es. Espero mantenerme firme en mi paz aunque el afán del día a día intente jalarme para todos lados.