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Ideas que invaden.

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Persiguiendo cuarentenas: Buscando paz mental en medio de una pandemia, desde China hasta EE.UU.

Persiguiendo cuarentenas: Buscando paz mental en medio de una pandemia, desde China hasta EE.UU.

Por: Daniela Bernal

Hoy es 14 de mayo, 2020. Esta es mi semana número 15 de cuarentena. No me equivoqué ahí. Mientras que la mayoría de la gente va en su semana 8, yo llevo el doble. Lo puedo explicar cómo mi desafortunado juego de perseguir cuarentenas. Se iba acabando una y decidí irme a donde solo estaba empezando la otra. No tiene mucho sentido, pero este año no tiene mucho sentido igual.

La decisión de mudarnos a China fue en realidad una respuesta a varias preguntas que se nos presentaron. Entre ellas: ¿a dónde nos podemos ir ahora, antes de estar atados a un sitio por hijos, carreras, etc..? Y, ¿en qué sitio podemos ganar lo suficiente para ahorrar? De ahí, salió China. 

Después de tomar la decisión (mi novio y yo) empezamos a buscar trabajo y a prepararnos para contarle a nuestras familias que nos íbamos al otro lado del mundo por un año. La decisión fue un poco controversial ya que los dos somos muy cercanos a nuestras familias y no solo íbamos a perdernos cumpleaños, navidad, matrimonios, etc... sino que íbamos a posponer nuestras maestrías. Al final les tocó hacerse a la idea y  nos embarcamos en el proceso burocrático más ridículo y largo del mundo mundial para sacar nuestras visas de trabajo. Llegamos a China dos meses más tarde de lo que habíamos planeado, para que se hagan a la idea de cómo comenzó este gran cambio de vida. 

Los dos ya habíamos vivido en países que no eran los nuestros y sabíamos que el cambio era enorme, pero nos sentíamos seguros de que lo íbamos a lograr con buena actitud y mentes abiertas. Así fueron las primeras tres semanas. Tuvimos muchísima suerte, no solo con el trabajo, sino también con el equipo con el que estaríamos trabajando. Exploramos nuestra nueva ciudad con emoción y con un sentimiento creciente de lo chiquitos que somos en el esquema mundial. 

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Llegamos a la cuarta semana y de la nada, como pasan estas cosas, me enfermé.  Sin ningún llamado de mi parte comenzó la segunda depresión de mi vida, esta vez en la China pre-covid. 

En mi familia, ir al psicólogo es algo normal. No porque sea muy común, sino porque nunca fue considerado tabú. Aunque fui al psicólogo en mi adolescencia, las cosas no escalaron por bastante tiempo. 

Me diagnosticaron con ansiedad generalizada cuando tenía 22 años que se manifiesta de varias formas. Por lo general es una preocupación de la que no me puedo escapar. Si no encuentro ninguna razón por la cual sufrir, sé que es mi ansiedad. Es como si fuéramos dos personas distintas. Yo no tengo nada que ver con las visitas de mi ansiedad. En los momentos más fuertes, se manifiesta como ataques de pánico. ¡Sorpresa! Estos también se pueden ver de mil formas. Una vez me desperté en el suelo de un avión después de desmayarme, otras veces siento los latidos de mi corazón por todo el cuerpo y mi piel siente hasta el aire estático alrededor, otras veces lloro como me imagino que lloraría un maniquí, sin poder moverme con las lágrimas empapándome el pelo. 

Tengo suerte, porque usualmente no duran mucho tiempo y porque en general cuando estoy bien no pasan muy a menudo. Pero ese es el punto clave… cuando estoy bien. 

Al ser más propensa a la depresión debido a mi ansiedad, las voy contando como si fueran cumpleaños. E igual a cada año, la depresión siempre es distinta. Esta vez mi depresión se escondió astutamente con el pretexto de funcionalidad. Yo me podía parar por las mañanas, podía comer, podía ir al trabajo (aunque con mucha dificultad), y hasta podía sentir emoción por salir a la calle. Pero todo eso no le quita nada a la depresión porque cada una de esas cosas era más difícil de lo que debería ser. No era normal que llorara todos los días antes de dar clases pues tengo experiencia y me siento segura de mis habilidades. No era normal cansarme de masticar cuando estaba comiendo, y no era normal que hasta cuando me daba permiso de dormir más y de dormir siestas igual me despertaba con un peso de cansancio en cada célula. En otras palabras, solo porque podía funcionar no significa que esta fuera una depresión “leve”. Solo digo que esta vez, así fue como me visitó. 

Todos estos obstáculos que se me presentaban diariamente me dejaban siempre en un lugar de infinita soledad. Al decidir mudarme a China, había subestimado por completo lo lejos que iba estar y la distancia física con casi todo lo que amo, me pesaba más de lo que podía aguantar. Por ejemplo, no me imaginé que iba a sentirme tan aislada de todo a mi alrededor por falta del idioma. Al no entender nada, al no poder reconocer ni una sola letra en todo lo que me rodeaba, me fui separando de mi realidad más y más, sintiendo que estaba en un planeta distinto. Ahora al mirar desde una perspectiva más clara, veo que mi depresión me quitó todo lo positivo que estaba viviendo. Aunque yo no entendiera nada, la gente siempre trataba de entenderme, y no tuve un solo momento en el cual alguien fuera antipático conmigo por no hablar el idioma o por no hablarlo como se esperaba de mi (cosa que me ha pasado en Estados Unidos y en Europa). 

Yo sabía que necesitaba ayuda, pero no hay nada más frustrante que la incapacidad de hacer las cosas más obvias y más simples durante una depresión. Me acuerdo tener llamadas con mi mamá en las que podía oír su preocupación, pero tenía que ignorar su consejo de que buscara ayuda porque simplemente no podía. A mi novio le tocó tomar control de la situación y me encontró a una médica y a una acupunturista que hablaban inglés. 

Desde ese momento, y gracias a la ayuda de la gente en mi vida, la historia empieza a cambiar levemente. Empecé a tomar medicinas que me ayudaron mucho, lo cual no quita el esfuerzo arduo que hay que hacer solo para vivir la vida en momentos así. Aunque voy mejorando y estoy medicada, sigo teniendo depresión. No es una solución que te deja al 100% y eso ha sido para mí una gran decepción. 

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Llevaba un mes tomando pastillas cuando comenzó lo del coronavirus en China. Mi novio y yo nos habíamos ido a Tailandia por el año nuevo chino y durante los primeros días de nuestras vacaciones oímos noticias de un virus en la ciudad de Wuhan. Cuando volamos de vuelta a China diez días después, pensando que todo se solucionaría en un par de semanas máximo, lo hicimos con máscaras y guantes.

El colegio nunca volvió a abrir y solo podíamos salir de la casa para ir al mercado. En el mercado nunca faltó nada, pero salir a la calle era como visitar una dimensión paralela.  Llegamos a tal nivel de inactividad que me empezó a doler una rodilla por falta de caminar. Era la mitad del invierno y no solo era prohibido salir a pasear, sino que a nadie se le ocurría hacerlo por el frío y la polución. En esos momentos le doy las gracias totales a mis medicinas. Es más, me arriesgue yendo al hospital dos veces para conseguirlas. Todavía veo esos momentos con una distorsión abrumadora. 

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Tomamos la decisión de volver a casa después de muchos ataques de pánico y muchas conversaciones repetitivas. Los colegios iban a estar cerrados hasta junio. Yo no daba para mucho más y no tenía sentido quedarnos sin trabajo, sin nada que hacer y tan lejos de nuestras familias. 

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Mi segunda cuarentena empezó el 16 de marzo en Miami. Por suerte logré viajar antes de que cerraran todo. Desde ahí, me encuentro en un “nuevo normal” que no puedo concebir. Mientras veo que mucha gente está disfrutando de su cuarentena y hasta teniendo momentos de claridad interior muy profundos, yo no me podría sentir más perdida. Tengo ansiedad por la incertidumbre y también porque yo no soy de las personas que la están pasando increíble. Es más, me cuesta sentirme feliz por ellas, y eso a su vez me crea más ansiedad.  

Lo más importante que puedo hacer en este momento, es compartir un poquito de información, que me calma los sentimientos de culpa por no ser productiva. Si eres como yo, y te das más duro a ti mismx que cualquier otra persona, piensa en esto. 

En la sicología existe la pirámide de Maslow: La jerarquía de las necesidades humanas

Imagínate una pirámide normal; la nuestra está dividida en cinco niveles:

  • Fisiología, por ejemplo, respiración, alimentación, descanso, etc.

  • Seguridad, por ejemplo, seguridad física, de empleo, de recursos, familiar, etc.

  • Afiliación, por ejemplo, amistad, afecto, intimidad sexual, etc.  

  • Reconocimiento, por ejemplo, respeto, éxito, autorreconocimiento, etc.…

  • Autorrealización por ejemplo moralidad, creatividad, aceptación de hechos, etc.

La pandemia pone en peligro nuestras necesidades desde el primer nivel. Por favor acuérdate que esto no son unas vacaciones, tampoco es un momento que tienes que usar para aprender algo nuevo, no tienes que probarle nada a nadie y lo que hagas en tu día a día es suficiente. Es inimaginable esperar llegar a la autorrealización cuando no tienes afecto, o te falta comida, o tienes miedo por la salud de tus seres queridos. 

Así te dejo yo, alentándote a que seas paciente contigo mismx, a que te des el mérito que te mereces por sobrevivir. Yo estaré practicando lo mismo con la certeza de que es bastante. 

Aceites esenciales: una guía práctica

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Los grandes cambios vienen desde adentro- literalmente.

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